Humberto Cruz / Especial
OAXACA, Oax. El huracán más poderoso en la historia de México devastó la zona hotelera de Acapulco Diamante, hizo pedazos todo lo que le oponía resistencia. También azotó, dobló, revolcó pero no quebró la condición humana de muchos que descubrieron resistencias insospechadas.
Convocados por la XXXV Convención Internacional Minera, un grupo de casi 30 reporteros de la República Mexicana nos reunimos en Acapulco en un curso para periodistas, sin imaginar la magnitud del ciclón qué se aproximaba.
Contra todos los pronósticos, en menos de 9 horas, Otis se había convertido en un huracán categoría 5.

Algunos llegamos primero al hotel., otro grupo venía en un autobús y quedaron atrapados dentro de la unidad. Las rachas de viento los sacudía de tal forma que en cualquier momento volcarían, todos se tiraron al piso cuando las tejas del techado impactaron como proyectiles, un gigantesco árbol cayó sobre el edificio y luego una palmera se desplomó sobre el camión.
Salieron corriendo y el primer y único refugio fue la recepción del hotel Pierre Mundo Global, cerca de 35 personas soportaron ahí el momento crítico del impacto.
Uno de los asistentes de la recepción cumplía su primer día de trabajo. Repetía las instrucciones, recomendaba los refugios habilitados y recomendaba no exponerse por ningún motivo.

En uno de los refugios, el más grande, el viento amenazaba por todos los flancos, decenas de personas, hombres y mujeres con sus manos defendieron la trinchera. Así soportaron las dos horas de asedio, pocos o nadie se conocía pero la solidaridad fue efectiva, defendieron su fortaleza.
EL instinto de reportero llevó a documentar el impacto de Otis. Desde mi venta y parapetado en el pretil de la terraza pude grabar la fuerza de la naturaleza.
El quehacer de reportero terminó cuando comenzaron a danzar en el aire algunos muebles y media palmera. Tenía preparado el refugio, corrí a la bañera donde había colocado toallas y cojines, desprendí el tubo metálico qué era el soporte de la cortina de baño y lo atranqué con la base del lavabo, no era suficiente, el viento del huracán azotaba una y otra vez la parte superior de la puerta y durante casi una hora sostuve con las manos la parte superior de la puerta.
Hubo un momento en que el sonido se transformó, dejó de ser el silbido agudo por el marco de las puertas y se convirtió en una especie de bramido ensordecedor. El piso y la estructura de acero y cemento se estremecía mientras en sonido de golpes, vidrios rotos y muebles arrastrados hacían una especie de coros que acompañaban el rugido del cielo.
El cansancio, el miedo y las horas de resistencia agotaron las reservas de energía y creía que apenas venía lo peor, el huracán se había adelantado 3 o 4 horas pero no lo sabíamos. El edificio, mi puerta y yo habíamos resistido un huracán categoría 5 el nivel más destructor.

Bajó la intensidad del viento, de repente escuché el sonido de un silbato, luego eran dos, personal del hotel trataba de ayudar a un hombre atrapado en la maleza de un árbol caído.
Llegó el alba. Habíamos sobrevivido. Un suspiro de alivio y un cansancio extremo, pero la experiencia no había terminado.

Había cambio de prioridades, en las horas siguientes enfrentamos el reto de la falta de comunicación y de energía eléctrica, la escasez de agua y alimentos.
Dos días después del paso del meteoro nadie había llegado, ni la policía Estatal, ni la Marina, ni el Ejército, nadie llegó en auxilio o al menos a preguntar.
Éramos unos 250 huéspedes, de manera sorprendente, personal del hotel había preparado desayuno para todos, muchos de ellos todavía mojados con el uniforme de la empresa.
Todos estábamos igual, nadie había podido comunicarse con sus familiares y durante 36 horas se afanaron en conseguir agua de consumo humano, preparar los alimentos y despejar las áreas prioritarias.

En el grupo de reporteros nos ganaba la necesidad de salir a hacer cobertura, levantar imágenes, testimonios, pero estábamos atrapados, los accesos estaban inundados y con árboles derribados. De repente nos enteramos, en el Hotel Princess había señal, una de las huéspedes ejecutiva de una de las empresas de la convención tenía una antena de Internet satelital y el hotel una planta de luz.
Cientos de personas fuimos auxiliados., la generosidad tenía uno o dos minutos de tolerancia, para poder enlazar algún dispositivo tenían que desconectar otros, el tiempo alcanzaba para una llamada y un par de mensajes.
Con un poco de señal nos enteramos del saldo preliminar: 30 personas muertas, saqueo, robos asaltos, recriminaciones y duelo de acusaciones por los efectos del huracán #Otis.

La tarde del jueves por fin llegó el rescate, un autobús con asientos mojados y con el quemacocos desprendido fue lo único que alcanzó a llegar y con dificultad nos llevó hasta Chilpancingo,
estábamos a salvo y completos, la camaradería tejió lazos de amistad reforzados por la alegría de haber sobrevivido juntos a una experiencia única como reporteros y como personas que resurgieron, literalmente, de entre los escombros.
Hoy, la pesadilla de Acapulco continúa y se hace más grande ante la ineficacia institucional.
